Hoy, he tenido ocasión de leer un artículo del actual presidente del estado de Israel Shimon Peres, titulado "Quién quiere la paz en Oriente Medio", en el que se tratan temas de gran interés como el imperialismo iraní en Oriente Medio, la proliferación de armas nucleares en la región o la pugna existente en el mundo árabo - islámico entre Chíies y Sunníes y los países que los arman y financian. Sin más preambulos, os dejo con el artículo y espero que sea de vuestro agrado.
¿Quién quiere la paz en Oriente Medio?
Shimon Peres.
Cuarenta años después de la Guerra de los Seis Días, la paz entre israelíes y palestinos parece igual de distante que siempre. Israel sigue negándose a aceptar al nuevo gobierno de unidad nacional palestino como un socio en las negociaciones porque Hamas forma parte del gobierno. ¿Cuál es la causa de esta aparente paradoja? ¿Hay alguna esperanza?
El gobierno palestino está unido administrativamente, pero dividido políticamente. Los palestinos tienen un gobierno con dos políticas. Desde un punto de vista político, el primer ministro de Palestina, Ismail Haniyeh, sigue oponiéndose a reconocer a Israel y a respetar los acuerdos existentes. Declaró que está a favor de la continuación de la resistencia de todas las formas posibles. ¿Qué tipo de garantía de un esfuerzo de buena fe para alcanzar un acuerdo de paz puede surgir de una postura semejante?
Ese es un interrogante que la Unión Europea necesita formularse cuando debate si seguir brindándole ayuda financiera a la Autoridad Palestina. La UE debería dejarle en claro a Hamas que la Unión no va a financiar el terrorismo y no va a financiar una negativa a hacer las paces. Si los palestinos quieren recibir la ayuda europea –cosa que yo apoyo completamente-, deben estar dispuestos a hacer las paces, no a romper la paz. Después de todo, no es Hamas como partido lo que resulta objetable; lo que es objetable son las políticas que persigue Hamas. Nosotros no tenemos nada en contra de Hamas; estamos en contra de sus políticas beligerantes, que la participación en el gobierno no ha cambiado.
Hubo una época en que la OLP tenía posturas que eran iguales a las de Hamas. Luego la OLP cambió. Si el actual liderazgo palestino cambia su postura, no habrá ningún problema de nuestra parte. No tendremos nada en contra de las negociaciones. Estamos a favor de las negociaciones. Estamos a favor de la “solución de dos Estados”. Aceptamos la “hoja de ruta” de Oriente Medio. A lo que nos oponemos es al terrorismo.
Donde no podemos coincidir, sin embargo, es en un “derecho de retorno” para los palestinos. Si se reconociera este tipo de derecho, habría una mayoría palestina en lugar de una mayoría judía, lo cual significaría el fin del Estado judío. Esta es una cuestión demográfica, no religiosa: un Estado árabe es donde los árabes son mayoría y el Estado judío es donde los judíos son mayoría. De hecho, el “derecho de retorno” contradice la idea misma de una solución de dos Estados, ya que implicaría un solo Estado –un Estado palestino-. Nadie en Israel aceptará eso.
Pero existen otros problemas en la región que Israel –y el mundo- deben enfrentar. El actual gobierno de unidad de los palestinos resultó de una mediación saudita, que llegó en respuesta principalmente a la ambición de Irán de aumentar su influencia, no sólo en Irak, sino también en el Líbano, Gaza y Cisjordania.
Por supuesto, esa cuestión escapa absolutamente al control de Israel. La actual lucha en el mundo musulmán entre sunitas y chiítas recuerda la lucha entre protestantes y católicos en la Europa del siglo XVII. De manera que no debe sorprender que los sauditas, jordanos, egipcios y los Estados del Golfo intenten resistir a las ambiciones hegemónicas de Irán en la región.
De todos modos, los riesgos son mucho mayores que en el siglo XVII, porque Irán representa una amenaza que combina una religión fanática con la determinación de adquirir armas nucleares. Por cierto, Irán es el único país que declara abiertamente su deseo de destruir a otro miembro de las Naciones Unidas. Esta es una amenaza que todo país está obligado a tomarse seriamente. Cuando el presidente de un país pronuncia discursos dementes, niega el Holocausto y no oculta su ambición de controlar Oriente Medio, ¿quién puede garantizar que la amenaza no sea seria?
La cuestión no tiene que ver con restablecer el “equilibrio” nuclear en Oriente Medio, como mantienen los líderes de Irán. Ante todo, Israel no amenaza a nadie. Israel nunca dijo que quería destruir a Irán; Israel nunca proclamó abiertamente que enriquecería uranio y construiría bombas nucleares para destruir a otro país. Por el contrario, Israel ha dicho que no será el primero en usar armas nucleares en Oriente Medio. Pero eso no significa que podamos permitirnos ignorar una amenaza obvia de países que quieren destruirnos.
A pesar de la actual situación desfavorable, el camino a la estabilización de Oriente Medio todavía se impone a través de proyectos económicos conjuntos. Incluso ahora, Israel está pensando en construir un nuevo “corredor de paz”, que abarcará a los jordanos, los palestinos y nosotros. Dentro del marco de este proyecto, buscamos frenar la deshidratación del Mar Muerto, construir un aeropuerto y una red de agua conjuntamente con Jordania y desarrollar infraestructura turística, a un costo de hasta 5.000 millones de dólares. Tenemos los donantes, de modo que no hay ninguna escasez de dinero para financiar nuestros esfuerzos y, estoy seguro, se llevarán a cabo.
Israel quiere –de hecho, necesita desesperadamente- la paz y la estabilidad en Oriente Medio y nosotros seguiremos haciendo todo lo que esté a nuestro alcance para lograrlo. Pero no podemos alcanzar solos ese objetivo, mucho menos negociar con aquellos cuya idea de un Oriente Medio estable y pacífico no contempla ningún lugar para Israel.
El gobierno palestino está unido administrativamente, pero dividido políticamente. Los palestinos tienen un gobierno con dos políticas. Desde un punto de vista político, el primer ministro de Palestina, Ismail Haniyeh, sigue oponiéndose a reconocer a Israel y a respetar los acuerdos existentes. Declaró que está a favor de la continuación de la resistencia de todas las formas posibles. ¿Qué tipo de garantía de un esfuerzo de buena fe para alcanzar un acuerdo de paz puede surgir de una postura semejante?
Ese es un interrogante que la Unión Europea necesita formularse cuando debate si seguir brindándole ayuda financiera a la Autoridad Palestina. La UE debería dejarle en claro a Hamas que la Unión no va a financiar el terrorismo y no va a financiar una negativa a hacer las paces. Si los palestinos quieren recibir la ayuda europea –cosa que yo apoyo completamente-, deben estar dispuestos a hacer las paces, no a romper la paz. Después de todo, no es Hamas como partido lo que resulta objetable; lo que es objetable son las políticas que persigue Hamas. Nosotros no tenemos nada en contra de Hamas; estamos en contra de sus políticas beligerantes, que la participación en el gobierno no ha cambiado.
Hubo una época en que la OLP tenía posturas que eran iguales a las de Hamas. Luego la OLP cambió. Si el actual liderazgo palestino cambia su postura, no habrá ningún problema de nuestra parte. No tendremos nada en contra de las negociaciones. Estamos a favor de las negociaciones. Estamos a favor de la “solución de dos Estados”. Aceptamos la “hoja de ruta” de Oriente Medio. A lo que nos oponemos es al terrorismo.
Donde no podemos coincidir, sin embargo, es en un “derecho de retorno” para los palestinos. Si se reconociera este tipo de derecho, habría una mayoría palestina en lugar de una mayoría judía, lo cual significaría el fin del Estado judío. Esta es una cuestión demográfica, no religiosa: un Estado árabe es donde los árabes son mayoría y el Estado judío es donde los judíos son mayoría. De hecho, el “derecho de retorno” contradice la idea misma de una solución de dos Estados, ya que implicaría un solo Estado –un Estado palestino-. Nadie en Israel aceptará eso.
Pero existen otros problemas en la región que Israel –y el mundo- deben enfrentar. El actual gobierno de unidad de los palestinos resultó de una mediación saudita, que llegó en respuesta principalmente a la ambición de Irán de aumentar su influencia, no sólo en Irak, sino también en el Líbano, Gaza y Cisjordania.
Por supuesto, esa cuestión escapa absolutamente al control de Israel. La actual lucha en el mundo musulmán entre sunitas y chiítas recuerda la lucha entre protestantes y católicos en la Europa del siglo XVII. De manera que no debe sorprender que los sauditas, jordanos, egipcios y los Estados del Golfo intenten resistir a las ambiciones hegemónicas de Irán en la región.
De todos modos, los riesgos son mucho mayores que en el siglo XVII, porque Irán representa una amenaza que combina una religión fanática con la determinación de adquirir armas nucleares. Por cierto, Irán es el único país que declara abiertamente su deseo de destruir a otro miembro de las Naciones Unidas. Esta es una amenaza que todo país está obligado a tomarse seriamente. Cuando el presidente de un país pronuncia discursos dementes, niega el Holocausto y no oculta su ambición de controlar Oriente Medio, ¿quién puede garantizar que la amenaza no sea seria?
La cuestión no tiene que ver con restablecer el “equilibrio” nuclear en Oriente Medio, como mantienen los líderes de Irán. Ante todo, Israel no amenaza a nadie. Israel nunca dijo que quería destruir a Irán; Israel nunca proclamó abiertamente que enriquecería uranio y construiría bombas nucleares para destruir a otro país. Por el contrario, Israel ha dicho que no será el primero en usar armas nucleares en Oriente Medio. Pero eso no significa que podamos permitirnos ignorar una amenaza obvia de países que quieren destruirnos.
A pesar de la actual situación desfavorable, el camino a la estabilización de Oriente Medio todavía se impone a través de proyectos económicos conjuntos. Incluso ahora, Israel está pensando en construir un nuevo “corredor de paz”, que abarcará a los jordanos, los palestinos y nosotros. Dentro del marco de este proyecto, buscamos frenar la deshidratación del Mar Muerto, construir un aeropuerto y una red de agua conjuntamente con Jordania y desarrollar infraestructura turística, a un costo de hasta 5.000 millones de dólares. Tenemos los donantes, de modo que no hay ninguna escasez de dinero para financiar nuestros esfuerzos y, estoy seguro, se llevarán a cabo.
Israel quiere –de hecho, necesita desesperadamente- la paz y la estabilidad en Oriente Medio y nosotros seguiremos haciendo todo lo que esté a nuestro alcance para lograrlo. Pero no podemos alcanzar solos ese objetivo, mucho menos negociar con aquellos cuya idea de un Oriente Medio estable y pacífico no contempla ningún lugar para Israel.
Fuente original: Project Syndicate/HVG, Junio 2007. Traducción de Claudia Martínez.
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